lunes, 3 de noviembre de 2014

Despertarse es la espiritualidad

Despertarse es la espiritualidad, porque solo despiertos podemos entrar en la verdad y la libertad. El estar despierto es cambiar tu corazón de piedra por uno que no se cierra a la verdad. Si estás doliéndote de tu pasado es que estás dormido. El pasado está muerto y el que se duerme en el pasado está muerto, porque solo el presente es vivo si tú estás despierto en él. Si sufres, es que estás dormido. El sufrimiento no es real, sino una obra de tu mente, un producto de tu sueño. Si tienes problemas es que estás dormido. Es el yo el que crea los problemas. Hay que morir al yo para volver a nacer.

Estar despierto es aceptarlo todo, no como ley, ni como sacrificio, ni como esfuerzo, sino por iluminación. El ir contra la realidad, haciendo problemas de las cosas, es creer que tú importas, y lo cierto es que tú, como personaje individual, no importas nada. Es la vida la que importa y ella sigue su curso.

¿Qué hace falta para despertarse? Solo hace falta la capacidad de pensar algo nuevo, de ver algo nuevo y de descubrir lo desconocido. Es la capacidad de movernos fuera de los esquemas que tenemos. Tememos el riesgo de volar por nosotros mismos. Tenemos miedo a la libertad, a la soledad, preferimos ser esclavos de unos esquemas. Nos atamos voluntariamente, llenándonos de pesadas cadenas, y luego nos quejamos de no ser libres. ¿Quién te tiene que liberar si ni tú mismo eres consciente de tus cadenas?

Lo peor y más peligroso del que duerme es creer que está despierto y confundir sus sueños con la realidad. Lo primero para despertar es saber que estás durmiendo y soñando.

La realidad es que nos amamos a nosotros mismos, pero con un amor adulterado y raquítico que solo abarca el yo, el ego. Donde no hay deseo no hay miedo, nadie te puede intimidar, ni nadie te puede controlar o robar, porque, si no tienes deseos, no tienes miedo a que te quiten nada. El amor no duerme. Donde hay amor no hay deseos, y por eso no existe ningún miedo. Con los deseos vienen el miedo, la ansiedad, las tensiones y…, por descontado, la desilusión y el sufrimiento continuos. Vas de la exaltación al desespero.

¿Cuánto dura el placer de creer que has conseguido lo que deseabas? El primer sorbo de placer es un encanto, pero va precedido irremediablemente al miedo a perderlo, y cuando se apoderan de ti las dudas, llega la tristeza. El deseo marca siempre una dependencia. No hay amistad que esté tan segura como la que se mantiene libre. Porque los lazos que se basan en los deseos son muy frágiles. Solo es eterno lo que se basa en un amor libre. Los deseos te hacen siempre vulnerable.

Tú ya eres felicidad, eres la felicidad y el amor, pero no lo ves porque estás dormido. Si no quieres oír para despertar, seguirás programado, y la gente dormida y programada es la más fácil de controlar por la sociedad. Estamos programados desde niños por las conveniencias sociales, por una mal llamada educación, ideas convencionales y culturales, que tomamos como verdades cuando no lo son. El honor, el éxito y el fracaso no existen, como tampoco la belleza ni la fealdad, porque todo consiste en una manera de ver de cada cultura. La patria es el producto de la política, y la cultura es una manera de adoctrinar. Cuando eres un producto de tu cultura, te conviertes en un robot. Solo lo que nace y se decide adentro es auténtico y te hace libre. Solo lo que pasa por tu criterio y te decides a ponerlo en práctica asumiéndolo es tuyo y te hace libre.

Lo que más les preocupa a las personas programadas es tener razón. Tienen miedo a perder sus ideas en las que se apoyan, porque les da pavor el riesgo, el cambio, la novedad. En el fondo tenemos una enorme inseguridad y, para sentirnos mejor, vamos a consultar a los que creemos que saben más que nosotros, creyendo que ellos nos van a solucionar nuestros problemas. Pero los problemas, que solo existen en nuestra imaginación, solo despertando los solucionaremos. Lo más difícil es la capacidad de ver, ver simplemente con sinceridad. En cuanto llegas a ver con claridad tienes que volar; y volar es no tener nada a lo que agarrarte.

Para despertarse, el único camino es la observación, el ir observándose uno a sí mismo, sus reacciones, sus hábitos y la razón de por qué responde así. Observarse sin críticas, sin justificarnos, ni sentido de culpabilidad, ni miedo a descubrir la verdad. La pregunta más importante del mundo, base de todo acto maduro, es: ¿Yo, quién soy? Sin embargo, lo curioso del caso es que no hay respuesta, porque lo que tienes que averiguar es lo que no eres, para llegar al ser que ya eres.

Yo no soy mi cuerpo, pero tampoco soy mis pensamientos, pues ellos cambian continuamente, y yo no. Ni tampoco soy mis actitudes, ni mi forma de expresarme. Yo no puedo identificarme con lo cambiable, que abarca las formas de mi yo, pero no es mi yo. Despertarse es despertar a la realidad de que no eres el que crees ser. ¡Menudo descanso cuando lo tiras todo por la borda!. Yo soy, y el ser no cabe en ninguna imagen porque las trasciende todas. Cambia tu programación, y todo cambiará. Renuncia a tus exigencias, no seas exigente contigo mismo y comenzarás a no exigir a los demás. Sal de esa programación que te tiene prendido en el árbol del bien y del mal y comenzarás a captar la realidad sin juicios ni críticas. La conciencia del bien y del mal es lo contrario de la toma de conciencia. La toma de conciencia es la sensibilización. Si eres consciente estás despierto y sensible a todo.

La personalidad, el yo, es un impedimento para amar. El dejar que cada uno haga lo que quiera es amor. Solo en la libertad se ama. Cuando amas la vida, la realidad, con todas tus fuerzas, amas mucho más libremente a las personas. El amor y la felicidad están dentro de ti: eres tú mismo.

Nos aburrimos por la memoria, pues si olvidásemos por completo lo anterior todo nos parecería nuevo. Cuando desaparecen los recuerdos, los prejuicios y las visiones subjetivas, entonces ya surge el amor que fluye donde es. Tú no puedes tener el amor, es el amor el que te tiene a ti. La felicidad y el amor van juntos; la felicidad nunca harta cuando es de verdad felicidad. Y no harta porque existe donde no existe el yo. Solo si amas serás feliz, y solo amarás si eres feliz. Y amar es un estado que no elige a quien amar, sino que ama porque no puede hacer otra cosa, porque es amor. La felicidad es tu esencia, tu estado natural.

Anthony de Mello – Autoliberación Interior