lunes, 8 de abril de 2013

"El Cambio Lo Generas Tú"

“Dices que quieres una revolución…” Lennon/McCartney

Sin duda te ha tocado escuchar que necesitamos un cambio, que las cosas no pueden seguir igual, y muy probablemente estés de acuerdo. Sin embargo, como la mayoría de las personas, quizás no tengas idea de por dónde empezar. ¿Cómo cambiar lo que ha durado por siglos, aunque haya caducado?

Una revolución es, como su nombre lo indica, un giro, casi siempre en otra dirección. Las revoluciones históricas han cambiado las circunstancias sociales y hasta los países, aunque desafortunadamente no siempre para el beneficio de la mayoría.

Y es que la verdadera revolución, el cambio significativo no puede ser solamente externo. ¿De qué sirve derrocar un gobierno para poner otro con personas que piensan exactamente igual que aquellas a las que destronaron?

Así, el verdadero cambio, la vuelta, el giro, la revolución, deben ser de fondo, de sustancia y no solo de forma. He ahí el reto. ¿Cómo cambiar el fondo y la sustancia de cada individuo de una sociedad?

Te diría que es casi imposible, utópico. La vida apenas alcanza para conocerse uno mismo y tratar de cambiar lo que no nos favorece.

¿Pero sabes qué es lo mejor de todo? Con eso es más que suficiente. Si todos nos aplicáramos en el cambio para mejorar, se convertiría en un “efecto domino” que más temprano que tarde permearía a la sociedad y al mundo.

So no lo crees, simplemente recuerda cómo cambia el ambiente cuando estás entre un grupo de personas negativas y quejumbrosas, o uno de gente positiva y alegre.

“¿Y cómo cambio?” nos preguntamos los viajeros de esta travesía. No es fácil, pero sí existen referencias históricas y esotéricas de lo primero que tenemos que cambiar:
La mente.

Recientemente leí un libro de Maurice Nicoll sobre la interpretación no tan literal de la Biblia. En él narra cómo los discípulos le preguntaron a Jesús sobre los muertos a manos de Pilatos, y sobre otra tragedia en la ciudad de Siloé.

Los apóstoles deseaban saber cómo librar tal fortuna, y Jesús les dice: “Si no os arrepentís, correréis la misma suerte”.

Interesante, la palabra arrepentir. Según el erudito autor de este libro, que en español se llama ‘La flecha en el Blanco’, la palabra arrepentirse aparece en todo el Nuevo Testamento traducida de manera errónea desde el griego original.

La palabra que se traduce como arrepentirse en las versiones modernas de la Biblia es metanoia. ¿Y sabes qué quiere decir metanoia en griego?

Cambio de la mente.

Meta es la transformación o revolución, noia viene de nous, que significa mente. La revolución de la mente.

Por otro lado, la palabra arrepentirse viene del latín penitare, que significa tener pena. Nada que ver. Jesús no les pide a sus seguidores que tengan pena o que sufran, les pide que cambien su manera de pensar.

Resumiendo, ¿queremos dejar de ver tragedias, de tener mala suerte, de vivir con penas? Cambiemos la mente. Transforma tu manera de pensar y transformarás tu realidad.

Revoluciona tu pensamiento y cambiarás tu vida, tu entorno, y ¿por qué no?, hasta al mundo.


Fuente: Mi Superación Personal

¿Por Qué Nos Cuesta Trabajo Decir "NO"?

¿Alguna vez te has encontrado en una situación en la que aceptas hacer algo que en realidad no querías?

A todos nos ha pasado. Te invitan a una boda a la que no tienes ganas de asistir, pero dices “si, claro, ahí estaré”. Tu tía te regala un suéter con puntos morados para navidad y al preguntar si te gusta, dices: “¡me fascina!”. Tus compañeros del trabajo organizan una cena y aunque prefieres irte a descansar a tu casa, no sabes cómo negarte y terminas asistiendo.

Hay muchas razones por las cuales nos cuesta trabajo decir “no”. Por supuesto, depende de la situación, y de la persona. Hay situaciones en las que es prácticamente imposible decir “no”, como cuando tu jefe te “pide” que te quedes a una junta muy importante después de tu horario de trabajo. Existen otras en las que suele ser más fácil, como cuando llega a pedirnos dinero en la calle quien obligadamente te limpia el parabrisas del carro.

La dificultad para decir “no” es algo normal y adaptativo en cierta medida. Como en todas las conductas humanas, existen los extremos, y mientras más nos acercamos a uno u otro, comenzamos a tener problemas.

En el caso de saber decir “no”, en un extremo están las personas a las que prácticamente nunca les cuesta trabajo decirlo. Estas personas que de primera instancia pudieran parecer muy seguras de si mismas, suelen tener muy poca capacidad para empatizar con las necesidades de los demás y por lo mismo tienen fuertes problemas interpersonales.

En el otro extremo están aquellos a los que les es prácticamente imposible decir “no”, y viven su vida resolviendo las necesidades de otros anulándose a sí mismos y a sus propias necesidades y deseos.

El decir “no” es difícil cuando implica ir en contra de las expectativas o deseos de otro, es decir, cuando nos piden algo o esperan algo de nosotros, ya sea una reacción determinada, una opinión, una conducta, etc., o cuando otra persona manifiesta su deseo y depende de nosotros satisfacerlo.

Mencionamos anteriormente que esta dificultad para negarnos es, en cierta medida adaptativa, ya que efectivamente hay situaciones en que socialmente nos es más conveniente y funcional decir “si”, aunque en el fondo quisiéramos decir “no”.

El conflicto surge específicamente cuando se encuentran dos necesidades opuestas. Si alguien nos pide hacer algo que sí deseamos hacer, no hay conflicto alguno. Son dos necesidades que van en la misma dirección. Pero si nos piden hacer algo que nosotros no deseamos hacer, es cuando entramos en conflicto. Tenemos que decidir a qué necesidad darle prioridad, si a la mía, o a la del otro.

Algunos de los motivos más comunes que nos dificultan decir “no” son los siguientes:

- Por evitar un conflicto. Si sabemos que negarnos va a generar una situación problemática para nosotros, generalmente tendemos a ceder. Sobre todo si esa problemática nos es significativa, como en el caso del jefe y la junta de trabajo.

- Por no hacer sentir mal al otro. Lo que es mejor conocido como culpa. Muchas veces, sin darnos cuenta, nos imaginamos lo que el otro va a sentir si nos negamos. Por supuesto que nosotros solo lo imaginamos y no sabemos cómo lo va a tomar en realidad la otra persona, pero nos dejamos guiar por aquello que imaginamos que va a sentir, y si eso que imaginamos no resulta agradable, preferimos no hacerlo pasar por eso.

- Por miedo a no ser aceptado. Contrario a imaginarnos lo que va a sentir la otra persona si nos negamos, más bien nos imaginamos lo que va a pensar de nosotros. Esto es un miedo a ser rechazado, el cual en algunas personas es más marcado que en otras.

- Por sentir que no tengo derecho a negarme. Esto generalmente es un problema de autoestima, en donde damos por hecho que las necesidades del otro son más importantes que las nuestras, y en cuanto nos piden algo, inmediatamente hacemos de lado lo nuestro para atenderlos.

El problema de no saber decir “no” es que después tenemos que afrontar las consecuencias. Nos obligamos a vivir situaciones que no deseábamos. Es importante reconocer cuál es tu necesidad o deseo, y decidir si eso es una prioridad para ti en ese momento, o si estás dispuesto a ceder a los deseos del otro. No es lo mismo ceder porque me siento obligado a hacerlo, que ceder porque yo lo decido así. Y de igual modo podemos aprender a decir “no” si esto significa poner atención a nuestras propias necesidades y atenderlas. De hecho, es señal de buena autoestima. A veces sentimos que decir “no” por pensar en nuestras necesidades es egoísmo, y en realidad no lo es, si sabemos cuándo queremos ceder, y cuándo no.

Esto es lo más importante para aprender a decir “no”: saber reconocer cual es tu necesidad, deseo o interés. Una vez que lo identifiques, solamente tú podrás decidir si en ese momento tu necesidad es una prioridad para ti, o no lo es. Nadie puede definir esto por ti.

Tips para aprender a decir “no”:

1. Pregúntate si lo que te están pidiendo es algo que tu realmente quieres hacer. Piénsalo detenidamente, no te dejes llevar por el impulso de decir “si”. Observa si TU realmente deseas hacerlo o no, independientemente de los deseos o las expectativas del otro.

2. Toma tu tiempo antes de responder. No des una respuesta en ese momento, di algo como: “déjame pensarlo y te digo al rato”, o “tengo que verificar si no tengo otros compromisos, pero te confirmo mañana”. Esto te va a ayudar mucho a observar con calma si lo que te están pidiendo es algo que tu quieres hacer o no.

3. Pregúntate si tienes el tiempo para hacerlo. Muchas veces no es que no queramos complacer al otro, simplemente no tenemos el tiempo. Evalúa tus prioridades y si decides que puedes dedicar algo de tu tiempo al otro sin afectar tus proyectos, adelante. De lo contrario, es mejor decir “no”.

4. Puedes buscar un punto medio. Tal vez no quieras hacer exactamente lo que te piden pero si estás dispuesto a buscar un acuerdo en el que ambas partes ceden un poco. Di “no”, pero propón otra alternativa. Puedes decir algo como: “mira, hoy no puedo ayudarte con eso pero si no te es muy urgente, mañana sí tendría una hora para ayudarte”.

5. Si vas a decir “no”, sé honesto y amable. Lo mejor es decirle al otro que no podemos porque tenemos otros pendientes, sin tener que entrar en detalles, y decírselo de la manera más amable y con seguridad, que al decir “no”, no te sientas mal de decirlo. Se trata de que puedas decir “no” con la seguridad de que es tu decisión y de que tienes todo el derecho de negarte. Recuerda que es señal de buena autoestima. Es mejor decir no con una sonrisa que con cara de culpa, ¿no crees?

Recuerda: Lo más importante es que tu sepas qué es lo mejor para ti, qué si va con tus planes y tus proyectos y qué no. Así es cómo vas a poder ser tú quien decida cuando decir “sí”, y cuando decir tranquilamente “no”.

Fuente: Mi Superación Personal