Había un ciego sentado en un andén en una de las estaciones de París, con una gorra a sus pies y un pedazo de madera escrito con tiza banca que rezaba: "Por favor, ayúdeme, soy ciego".
Un publicista del área creativa pasó a su lado y paró; en la gorra vio unas pocas monedas y sin pensarlo demasiado ni decir nada, cogió el letrero, lo volteó, tomó la tiza, escribió otro anuncio y volvió a colocar la madera a los pies del ciego. Acto seguido siguió su camino.
Al caer la tarde, el publicista volvió a pasar al lado del ciego que pedía limosna. Ahora, su gorra estaba llena de monedas y de notas. El ciego reconoció las pisadas del hombre y le preguntó si había sido él quien reescribió el letrero, queriendo saber también qué era lo que había escrito.
El publicista respondió: "nada que no esté de acuerdo con su anterior mensaje, pero con otras palabras" y sonriendo siguió caminando.
El ciego descubriría pasado un tiempo que el nuevo mensaje decía: "Hoy es primavera en París y yo no puedo verlo".
En muchas ocasiones no damos ninguna importancia al modo en el que hacemos o decimos las cosas y nos centramos exclusivamente en el resultado. Y ese resultado no nos gusta, no nos es satisfactorio.
Y...por qué no cambiar el modo en el que hacemos las cosas? La estrategia, si así quieres llamarlo. Quizá no seamos responsables de la situación o el momento que estamos atravesando, pero sí somos responsables de los resultados.
Podemos cambiar la manera en que tratamos a esa persona, para que la relación no sea tan tensa, podemos cambiar la manera de trabajar para que cada día tenga una novedad, podemos cambiar nuestra actitud cuando llegan tiempos difíciles, para que no estemos supeditados a ellos.
Claro que podemos, es cuestión de proponérselo.
Fuente: Motivalia