Una palabra irresponsable:
puede encender discordias y fuegos difíciles de apagar…
Una palabra cruel:
puede arruinar y derribar todo lo que se había edificado en una vida…
Una palabra de resentimiento:
puede matar a un apersona como si le claváramos un cuchillo en el corazón…
Una palabra brutal:
puede herir y hasta destruir la autoestima y la dignidad de una persona…
Una palabra amable:
puede suavizar las cosas y modificar la actitud de otros…
Una palabra alegre:
puede cambiar totalmente la fragancia y los colores de nuestro día…
Una palabra oportuna:
puede aliviar la carga y traer luz a nuestra vida…
Una palabra de amor:
puede sanar el corazón herido…
Porque las palabras tienen vida.
Son capaces de bendecir o maldecir,
de edificar o derribar,
de animar o abatir,
de transmitir vida o muerte,
de perdonar o condenarde,
empujar al éxito o al fracaso,
de aceptar o rechazar…
¿Cómo hablamos a los demás?
¿Qué les transmiten nuestras palabras?
¿Qué me digo a mí mismo?
¿Hacia dónde me conduce mi dialogo interno?
Desconozco a su autor
Ser Feliz es, en gran medida, una elección personal.
Y Ser Feliz es una responsabilidad que hay que asumir dedicándole atención plena y prioridad preferente.
No somos más felices porque no sabemos con qué o con cuánto es suficiente para ser feliz.
En más de una ocasión hemos sentido la sensación de plenitud de felicidad con un encuentro, una sonrisa, o una llamada… sin más.
Todos hemos visto personas que, aun no teniendo posesiones, y viviendo en unas condiciones duras, son felices.
Todos hemos asistido a una conversación en que uno acaba diciendo, más o menos, “se puede ser feliz con cualquier cosita…”
La infelicidad se basa, en gran medida, en las inconscientes preocupaciones que todos tenemos.
Sabemos, y le estamos dando vueltas continuamente aunque no nos demos cuenta, que un hijo tiene un problema, que en la casa hay que hacer una reparación, que notamos distante a una amiga, que nos vamos haciendo mayores, que nos falta nuestra amada madre… y eso espanta a la felicidad.
Nos gustaría tenerlo todo y que todo fuera perfecto a nuestro alrededor.
Gastamos demasiada energía, demasiada atención, y demasiado tiempo, en añorar lo que ya no tenemos, lo que no se ha cumplido, lo imposible…
Y ese tiempo que dedicamos a ello podríamos invertirlo mejor en estar presentes en el presente, en disfrutar lo que somos y lo que tenemos a nuestro alcance
La felicidad se manifiesta en los momentos en que nuestra mente no está divagando en sus pre-ocupaciones, en que estamos en contacto solamente con nuestro centro, y cuando no estamos distraídos con otras cosas.
Decimos en muchas ocasiones, de esos que saben ser felices a menudo, que son “unos irresponsables”.
¿Será que es bueno ser “un irresponsable”?
¿Será que a veces nos estancamos en el papel que nosotros llamamos “responsable” y no nos damos permiso para disfrutar la felicidad?
¿Será que a medida que nos vamos haciendo mayores creemos que tenemos que ser serios?
Creo que sólo se es feliz cuando se usa el corazón.
La felicidad no es un asunto de la razón.
Piensa en los momentos en que te hayas sentido absolutamente feliz, y verás que tienen cosas en común: No estabas pendiente de otra cosa más que de aquello que activó tu felicidad, y lo que te produjo felicidad no era algo material.
Comprar un coche nuevo o una nueva casa, un ascenso en el trabajo, gastar dinero, una buena comida en un buen restaurante… eso te produce satisfacción, entusiasmo, placer, euforia, contento, una especie de alegría… y todo eso está muy bien, pero eso no es la felicidad: eso son momentos puntuales en el tiempo que van desapareciendo.
La suma de alegrías, risas, sonrisas, satisfacción, diversión, buen humor, placer… aun no siendo la auténtica felicidad –porque son efímeras- sí que provocan una “sensación” de felicidad, una “sensación” que se parece bastante a la felicidad –que es menos aparatosa, y es más discreta y prudente-; la parte buena es que predisponen en buena medida a ser feliz porque provocan un optimismo que alienta a relacionarse bien con la felicidad.
Ser feliz no es estar alegre, eso ya lo sabemos, si bien estar alegre puede ser una manifestación de ser feliz.
Ser feliz se puede manifestar como una serenidad que no requiere demostraciones externas –aunque se aprecia en la mirada, en la sonrisa y en el aura-.
La felicidad no es eufórica, es casi invisible, porque es un sentimiento interior que se parece más a la paz que a cualquier otra cosa.
Es una satisfacción íntima con uno mismo, resultado de una aceptación de Sí Mismo, y de su pasado y su presente.
Cualquier oposición a la aceptación total impide la manifestación de la felicidad.
Y esa aceptación necesita una comprensión de todo lo que haya hecho uno en el pasado: lo que se pueda calificar como “malo” y lo que haya estado bien. Comprensión de que uno actuó del modo que consideró adecuado o del modo que le permitieron sus capacidades o circunstancias de entonces. Y he escrito “comprensión”, y no “perdón”. Porque no hay nada que perdonar ni auto-perdonarse. Eso sólo mostraría una especie de superioridad y prepotencia del que perdona hoy al que fue ayer.
Ser feliz se basa, básicamente, en encontrarse bien de Autoestima, en tener una buena relación con Uno Mismo, en saber apreciar la vida y sus cosas, en saber renunciar a lo imposible y no obsesionarse con la consecución de utopías, en comprender que no se puede tener todo ni ser el mejor, en saber aceptar y saber renunciar, en darse cuenta de que lo que verdaderamente vale y es importante es cultivar la relación consigo mismo, y admitirse sin condiciones en lo que uno llama equivocadamente sus “imperfecciones” y sus “fracasos”.
Sólo serás feliz si realmente te propones ser feliz y eliminas tus propias oposiciones.
Permítete ser feliz… y serás feliz.
Francisco de Sales, es el creador de la web www.buscandome.es, para personas interesadas en la psicología, la espiritualidad, la vida mejorable, el Autoconocimiento y el Crecimiento Personal