Las actitudes son predisposiciones estables o formas habituales de pensar, sentir y actuar en consonancia con nuestros valores. Son, por tanto, consecuencia de nuestras convicciones o creencias más firmes y razonadas de que algo vale y da sentido y contenido a nuestra vida. Constituyen el sistema fundamental por el que orientamos y definimos nuestras relaciones y conductas con el medio en que vivimos.
Formación de actitudes
Con cuanto llevamos dicho, queda claro que para la formación de actitudes, el primer paso que hemos de dar los educadores es despertar deseos en el educando para que sea constante en realizar la acción o conducta pertinente durante el tiempo necesario, hasta que los actos se conviertan en disposiciones, las disposiciones en hábitos y los hábitos en actitudes.
En la educación para los valores humanos es imprescindible hablar de cómo se educan las actitudes, pues básicamente se hand e dar los mismos pasos:
1) Ilusionar, animar y despertar el deseo y el interés por repetir la conducta deseada. En síntesis, no es otra cosas que saber motivar, reforzando, alabando y alentando todo acto positivo con el fin de despertar en el sujeto el deseo de repetirlo. Que las acciones deseadas resulten gratificantes y capten la atención del educador, al tiempo que se ignoran las acciones que se desean extinguir y que en modo alguno sean rentables para el educando.
2) Facilitar la imitación de modelos positivos. Ya decía Menandro que “las costumbres del que habla nos persuaden más que sus razones”. Cualquier educador experimentado suscribe sin dudarlo que más que los consejos y exhortaciones, son nuestras obras y actitudes las que transmiten los modelos de conducta. En la formación de las actitudes el contar con modelos positivos es determinante. “Las palabras mueven; los ejemplos arrastran”.
3) Pasar a la acción. Es la acción la que transforma a las personas, y las actitudes se generan por la cantidad y calidad de acciones repetidas por el sujeto. La pedagogía para las actitudes y los valores ha de ser activa, conectando la afectivdad con la acción y ésta con otras actitudes positivas que ya haya asimilado y adquirido el educando.
4) Control y evaluación de la propia conducta. Manteniendo una charla amistosa y crítica con nosotros mismos periódicamente para valorar los esfuerzos realizados.
5) Comprometerse voluntaria y públicamente en la formación de hábitos que lleven a la adquisición de la actitud deseada.
6) Proporcionar el ambiente más adecuado y las circunstancias más facilitadoras para la formación de actitudes.
P. Antonio Rivero
Formación de actitudes
Con cuanto llevamos dicho, queda claro que para la formación de actitudes, el primer paso que hemos de dar los educadores es despertar deseos en el educando para que sea constante en realizar la acción o conducta pertinente durante el tiempo necesario, hasta que los actos se conviertan en disposiciones, las disposiciones en hábitos y los hábitos en actitudes.
En la educación para los valores humanos es imprescindible hablar de cómo se educan las actitudes, pues básicamente se hand e dar los mismos pasos:
1) Ilusionar, animar y despertar el deseo y el interés por repetir la conducta deseada. En síntesis, no es otra cosas que saber motivar, reforzando, alabando y alentando todo acto positivo con el fin de despertar en el sujeto el deseo de repetirlo. Que las acciones deseadas resulten gratificantes y capten la atención del educador, al tiempo que se ignoran las acciones que se desean extinguir y que en modo alguno sean rentables para el educando.
2) Facilitar la imitación de modelos positivos. Ya decía Menandro que “las costumbres del que habla nos persuaden más que sus razones”. Cualquier educador experimentado suscribe sin dudarlo que más que los consejos y exhortaciones, son nuestras obras y actitudes las que transmiten los modelos de conducta. En la formación de las actitudes el contar con modelos positivos es determinante. “Las palabras mueven; los ejemplos arrastran”.
3) Pasar a la acción. Es la acción la que transforma a las personas, y las actitudes se generan por la cantidad y calidad de acciones repetidas por el sujeto. La pedagogía para las actitudes y los valores ha de ser activa, conectando la afectivdad con la acción y ésta con otras actitudes positivas que ya haya asimilado y adquirido el educando.
4) Control y evaluación de la propia conducta. Manteniendo una charla amistosa y crítica con nosotros mismos periódicamente para valorar los esfuerzos realizados.
5) Comprometerse voluntaria y públicamente en la formación de hábitos que lleven a la adquisición de la actitud deseada.
6) Proporcionar el ambiente más adecuado y las circunstancias más facilitadoras para la formación de actitudes.
P. Antonio Rivero