Equivocadamente, entendemos el desapego
como dureza de corazón, indiferencia o insensibilidad,
y eso no es así. El desapego no es desamor,
sino una manera sana de relacionarse,
cuyas premisas son: independencia,
no posesividad y no adicción.
La persona no apegada (emancipada)
es capaz de controlar sus temores al abandono,
no considera que deba destruir la propia identidad
en nombre del amor,
pero tampoco promociona el egoísmo y la deshonestidad.
Desapegarse no es salir corriendo
a buscar un sustituto afectivo, volverse un ser carente
de toda ética o instigar la promiscuidad.
La palabra libertad nos asusta y por eso la censuramos.
Declararse afectivamente libre es promover afecto sin opresión,
es distanciarse en lo perjudicial y hacer contacto en la ternura.
El individuo que decide romper con la adicción a su pareja
entiende que desligarse psicológicamente
no es fomentar la frialdad afectiva,
porque la relación interpersonal nos hace humanos
(los sujetos “apegados al desapego” no son libres,
sino esquizoides). No podemos vivir sin afecto,
nadie puede hacerlo pero sí podemos amar sin esclavizarnos.
Una cosa es defender el lazo afectivo
y otra muy distinta ahorcarse con él.
El desapego no es más que una elección que dice a gritos:
el amor es ausencia de miedo.
Walter Riso
Si lo que usted quiere hacer está bien, y usted cree en ello,
¡adelante, hágalo! Lleve a cabo sus sueños,
y no haga caso de lo que los demás puedan decir si usted
si se topa en algún momento con dificultades,
tal vez los demás no sepan que cada fracaso
lleva consigo la semilla de un éxito equivalente.
Thomas Edison soñaba con una lámpara
que funcionara con electricidad,
empezó a poner su sueño en acción,
y pese a sus más de diez mil fracasos,
mantuvo su sueño hasta que lo convirtió
en una realidad física.
¡Los soñadores prácticos no abandonan!
Los hermanos Wright soñaron con una máquina
que surcara el aire.
Ahora podemos ver en todo el mundo
que sus sueños se han cumplido.
Marconi soñaba con un sistema para dominar
las intangibles fuerzas del éter.
Las pruebas de que no soñaba en vano
podemos encontrarlas en cada aparato de radio
y de televisión que hay en el mundo.
Quizá le interese saber que los “amigos” de Marconi
lo pusieron bajo custodia, y fue examinado
en un hospital para psicópatas
cuando anunció que había descubierto
un principio mediante el cual podría enviar mensajes
a través del aire, sin la ayuda de cables
ni ningún otro medio físico de comunicación.
A los soñadores de hoy en día les va mejor.
El mundo está lleno de una abundancia de oportunidades
que los soñadores del pasado jamás conocieron.
Un deseo ardiente de ser y de hacer es el punto inicial
desde el que el soñador debe lanzarse.
Los sueños no están hechos de indiferencia,
pereza, ni falta de ambición.
Recuerde que todos los que consiguen triunfar
tienen un mal comienzo y pasan por muchas dificultades
antes de llegar. El cambio en la vida de la gente de éxito
suele surgir en el momento de alguna crisis,
a través de la cual les es presentado su “otro yo”.
Charles Dickens empezó pegando etiquetas
en latas de betún. La tragedia de su primer amor
penetró las profundidades de su alma para convertirlo
en uno de los más grandiosos autores del mundo.
Esa tragedia produjo primero David Coperfield,
y luego una sucesión de obras que hacen un mundo mejor
y más rico a todo el que lee sus libros.
Hellen Keller se quedó sorda, muda y ciega
después de nacer. Pese a su terrible desgracia,
ha escrito su nombre con letras indelebles
en las páginas de la historia de los grandes.
Toda su vida ha sido la demostración
de que nadie está derrotado mientras
no acepte la derrota como una realidad.
Robert Burns era un campesino analfabeto.
Sufrió la maldición de la pobreza
y creció para ser un borracho.
El mundo fue mejor gracias a su vida,
porque vistió de prendas hermosas
sus pensamientos poéticos, y,
por tanto, arrancó un espino
para plantar un rosal en su lugar.
Beethoven era sordo, y Milton ciego,
pero sus nombres perdurarán en el tiempo,
porque soñaron y tradujeron sus sueños
en ideas organizadas.
Hay una diferencia entre suspirar por algo
y hallarse preparado para recibirlo.
Nadie se encuentra listo para nada
hasta que no crea que puede adquirirlo.
El estado mental debe ser la convicción,
y no la mera esperanza o anhelo.
La mente abierta es esencial para creer.
La cerrazón de ideas no inspira fe,
ni coraje, ni convicción.
Recuerde, no se requiere más esfuerzo
para apuntar alto en la vida,
para reclamar abundancia y prosperidad,
del que hace falta para aceptar la miseria y la pobreza.
Napoleón Hill