Sin embargo una cosa es quejarse entendiéndolo como expresar algo que está mal, y otra es vivir con la emoción de queja, que es una emoción negativa, llena de resentimiento y crítica.
No es lo mismo decirle al mesero: “disculpe, pero mi sopa está fría”, con un tono firme pero amable, que decirle: “¡esta sopa está horrenda!, ¡Cómo pueden servirla así, deberían avergonzarse!”. En ambos ejemplos se está expresando una insatisfacción, pero en el primero no hay una emoción negativa, mientras que en el segundo está cargado de negatividad.
Te invitamos a que observes cuantas veces te quejas en un día. Tal vez pienses ahora que tú realmente no te quejas, pero si te observas, probablemente te sorprendas.
Una queja es cualquier comentario o pensamiento, que manifiesta que algo está mal o debería cambiar, pero expresado con una emoción negativa.
No caigas en justificar que tus quejas son necesarias. Son quejas. Claro que existen las situaciones que ameritan quejarse de algo realmente necesario, pero no 10 veces en un día!
Si realmente te observas, comenzarás a sorprenderte a ti mismo cada vez que te estás quejando. Poco a poco, podrás notar que viene una queja, antes de expresarla, y aunque la hayas pensado, por lo menos ya estarás logrando no decirla en voz alta.
Este es un buen comienzo, ya que si cambias tu forma de hablar, cambiarás tu forma de pensar y de sentirte.
¿Te imaginas cómo sería tu vida si aprendieras a no quejarte? ¿Si pudieras elegir aquellas situaciones que realmente ameritan una queja, y callarte todas las demás? ¿Si aprendieras a expresarte sobre aquello que no te agrada no con un tono negativo, sino con un tono amable y respetuoso?
Practica esto y verás cómo tu vida cambiará, por el simple hecho de cambiar tu manera de expresarte. Por el hecho de decidir dejar de estar poniendo tu atención en aquello que te desagrada.
Aprender a liberarse de emociones y hábitos negativos es un trabajo constante y que requiere un verdadero compromiso de cambiar.
Fuente: Mi superación personal