¿Sabias que según datos de estudios estadísticos tomamos unas 217 decisiones diarias relativas a comida? ¿Te sorprende que escojamos tan mal sobre que comer?
El investigador Roy Baumeinster nos cuenta que el hecho de tomar una y otra decisión va haciendo que nuestra habilidad cerebral de hacerlo bien, disminuya. Experimentamos lo que se conoce como “fatiga decisional” sin casi ser conscientes de ello.
Nuestro cerebro funciona de la siguiente forma: el 95% de las veces toma decisiones automáticamente, por hábito o reactivo a las demandas del exterior. ¿Y cómo pordríamos tomar mejores decisiones en un mundo repleto de opciones?
La respuesta está en la “auto-consciencia” , algo similar a la tendencia mindfulness tan de moda hoy en día.
El primer reto es como resistirse a ser reactivos.
Muchas de las peores decisiones las tomamos porque somos empujados por un desencadenante externo que nos genera estados emocionales negativos. Reaccionamos instintivamente impulsados por las hormonas del estrés, en un estado de huida o lucha.
Esto está muy bien cuando te persigue un león, pero no es nada práctico en la vida cotidiana. Si reaccionamos sin intención, por mera reacción, es posible que luego cueste mas resolver ese problema.
Aquí tienes tres claves que te pueden ayudar a tomar decisiones verdaderamente buenas:
1º La primera clave es no tomar malas decisiones ;)
Y todo comienza por tomar conciencia. Para ello es preciso poner atención las señales de tu cuerpo que pueden estar advirtiendo cierto ataque o peligro. Señales como rigidez en el cuello u otra parte del cuerpo, cambios en tu respiración, emociones como miedo, ira…El mero hecho de sentir una emoción intensa no significa que tengas que hacer algo, al contrario. Puedes tomar un par de respiraciones muy profundas, centrar tu atención en el peso de tu cuerpo sobre tus pies, algo que te ayuda a volver a tu realidad.
Estas pautas te permitirán ganar tiempo, ya que una vez que tu fisiología se calme, podrás pensar con mayor claridad y reflexionar sobre cual sería la mejor respuesta.
2º La siguiente clave sería el juego de perspectivas. Las partes primitivas de nuestro cerebro no están preparadas para considerar el futuro, y tienden a buscar la fuente más inmediata de gratificación que suponga menos dolor y malestar.
Demasiado a menudo utilizamos nuestra corteza prefrontal para racionalizar nuestras decisiones en lugar de prever las consecuencias futuras. Es usual ponernos excusas como, “me tomaré este postre, esta mañana he ido al gimnasio...", aunque puede que sea la primera vez que asistías al gimnasio en un mes. O bien, nos convencemos de posponer una tarea difícil y en cambio revisamos los e-mail "urgentes" agotando nuestra energía para poder retomar el trabajo importante, mas tarde.
¿Que te parece esta solución?:
Cada vez que tengas que tomar una decisión difícil hazte esta simple pregunta:
¿Qué opción va a añadir mayor valor en mi vida y felicidad en el futuro?
Habra casos en que priorizar lo urgente, pero también es fácil decirte a ti mismo que siempre tienen demandas urgencias y no dejar tiempo las cosas que pueden ser más difíciles de hacer, y realmente aportarían mucho valor añadido a tu vida. Una idea es comenzar con lo más importante a primera hora del día que es cuando tienes mas energía.
3. Y el mayor reto: como hacer lo correcto!, especialmente cuando no necesitamos que sea inmediatamente.
Para superar este bloqueo es necesario trabajar nuestros valores y convicciones, porque elegir solo en base a “lo correcto” puede implicar sacrificio e incomodidad.
Es la diferencia entre hacer lo que te hace sentir bien –quizá podrías conseguirlo tomándote un par de cervezas– o hacer lo que te hace sentir bien contigo mismo.
Responde con honestidad...: ¿dejarías de lado tus convicciones incluso si estuviese en juego la venta de tu producto? Si crees en la amabilidad y el servicio a los demás ¿prestarías ayuda a un amigo que lo necesitase aún cuando te sintieses cansado o sobrecargado?
Puedes comenzar siendo realista y preguntárte: ¿Qué decisión tomaría si decidiese desde mi "mejor yo"? ¿Quién quiero ser yo realmente? Encarnar nuestros valores en nuestra conducta diaria requiere valor para anular los impulsos más primitivos.
Piensa por un momento en alguien que te genero muchas emociones negativas hace poco. ¿Cómo reaccionaste? ¿tu comportamiento te ayudo a conseguir lo que querías realmente? ¿Fuiste consistente con la persona que querías ser?
Siempre tenemos la posibilidad de elegir nuestro comportamiento, sobre todo si tenemos como reto elevar nuestro "nivel de juego" cada día para sentirnos más satisfechos, mejores personas y más saludables.
Fuente: Emociones Saludables