domingo, 31 de marzo de 2013

Enojo: Cuándo nos daña y cuándo es positivo

El enojo es una emoción y como tal tiene un sentido y función: es una reacción fisiológica y psicológica al dolor, el sufrimiento, la amenaza o el peligro. Sucede cuando algo no satisface nuestras necesidades, creencias o deseos, o cuando vemos frustrado nuestro objetivo, y mediante la bronca obtenemos la fuerza necesaria para luchar por la meta. Y esa fuerza es emocional, pero también física. Cuando nos enojamos el organismo se prepara para un cambio: aumenta la presión arterial, se aceleran los latidos cardíacos, se produce una gran cantidad de adrenalina, se dilatan las pupilas y se movilizan otras funciones corporales.

Volviendo a sus causas, el profesor Harburg de la Universidad de Michingan, Estados Unidos, dice : “En una persona que se siente atacada injustamente se dispara un sentimiento automático de ira. Si la suprime, la ira se internaliza y comienza un proceso rumiante de repetición mental de las imágenes de la pelea, que finalmente se convierte en resentimiento. Si esta conducta persiste, desequilibra todo el funcionamiento corporal” , y si la expresa mal, puede tener problemas de relación. Como en todas las cosas de la vida es necesario tener un equilibrio, pero sobre todo aprender a dirigir el enojo porque si uno lo guarda, reprime las alteraciones fisiológicas que causa esa emoción, y probablemente se enferme o se resienta.

¿QUÉ SIGNIFICA DIRIGIR BIEN LA IRA?


  • En primer lugar que se dirija asertivamente hacia aquel que la provocó, si se descarga con otra persona, no solo resentirá una relación, sino que no será operativa, es decir no podrá corregir lo que motivó ese estado.
  • Así como no sirve contener el enojo, tampoco es útil convertirlo en una persecución vengativa, no sólo porque empeoraría nuestras relaciones, sino que se pierde el objetivo. Quien persigue a su oponente, desplaza su foco de atención hacia él y pierde de vista el objetivo primordial, con lo cual la frustración continúa.
¿POR QUÉ ME ENOJO?

Para poder descubrir las causas hace bien preguntarse cada tanto qué cosas lo enojan a uno y hacer una lista para ordenar el pensamiento. Es probable que uno encuentre respuestas que lo sorprenden. Este es un ejercicio útil para conocerse y quizás comenzar a utilizar la bronca en nuestro beneficio.

Si ella es una alarma que nos avisa cuando algo nos frustra, o cuando no obtenemos el resultado esperado, podremos reflexionar sobre nuestras posibilidades de corregir los resultados, o quizás resignarnos a ellos.

LAS REACCIONES DE CADA UNO
Cada persona manifiesta su enojo como puede. Están quienes enfrentan el enojo, quienes le huyen por temor o falta de recursos; están quienes callan, quienes gritan, quienes pegan, quienes se escudan tras la excusa de un cambio hormonal, quienes se calman con tomar un poco de aire o hacer actividad física.

El tema es reconocer la causa y hacerle frente. Los enojos que no se detienen a tiempo pueden convertirse en enojos crónicos o intensos. El enojo crónico ha sido vinculado a enfermedades cardíacas, cáncer, embolias así como depresión.

¿SE TRATA EL ENOJO?
Los expertos afirman que si reconocemos que el enojo está dañando nuestra vida, buscar ayudar y poder recibirla.

La Fundación de Salud Mental afirma que el enojo sólo se trata con especialistas cuando la persona ha cometido un delito agresivo. Según la organización es necesario llevar a cabo más investigación sobre las causas del enojo y mejores tratamientos de intervención temprana en casos problemáticos. No hay, al menos por el momento, “clínicas para el enojo”. Existen sí métodos utilizados en los servicios de salud mental, como las terapias “habladas”, que también pueden ayudar a la gente a manejar su malhumor. Sin embargo, expertos de la salud afirman que rara vez se ofrece ayuda a la gente cuando sólo sufre enojo, ya que éste no es un trastorno mental.

Pero el enojo también podría ser un síntoma de depresión o ansiedad y éstos sí son trastornos que pueden ser tratados con especialistas.

Ante el enojo, no creo que la solución sea sólo contar hasta 100 o tomar aire y largarlo a cuentagotas. Eso nos ayudará a ser un poco más tolerantes pero, sin ánimo de dar consejos, ante la ira, la idea sería:


• Aceptar que hay cosas que nos enojan.
• Identificar y aceptar eso que nos enoja.
• Trabajar con ese enojo que sentimos.
• Atreverse a “decir” que estamos enojados.
• Resolver lo que nos enoja cuando estemos menos enojados.
• No convertir el enojo en violencia.
• Aprender a pedir perdón y a perdonar cuando el enojo fue exagerado o sin sentido.
• No sentir culpa por el derecho que tenemos a estar enojados
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Graciela Moreschi

Puntualidad

Eso de "más vale tarde que nunca" no vale para el caso de la puntualidad. Las personas son puntuales o no lo son... Pequeños detalles para tener en cuenta y no quedar mal nunca.

La puntualidad es una norma básica de educación. No se puede ser más o menos puntual, debemos ser puntuales siempre. La puntualidad debe estar presente tanto en el trabajo como en la vida social: no se puede llegar tarde a una reunión de trabajo, ni tampoco a una cena, por mucha confianza que tengamos con el anfitrión.

La puntualidad rige tanto para el invitado como para el anfitrión:

Así como el invitado no puede llegar tarde a una cena, tampoco el anfitrión puede recibir a los invitados sin tenerlo ya todo dispuesto.

No le pida a un invitado que vaya cortando el pan, ni a otro si no le importaría ir a comprar el hielo. Tampoco reciba a sus invitados a medio vestir, con la mascarilla en la cara...

Retrasarnos es tan malo como llegar antes de tiempo (incluso puede que esto sea peor): Si le han citado a las 10 de la noche, por favor no se presente a las 9,30 y "pille" a la señora de la casa todavía con los ruleros puestos.

Algunos opinan que lo cortés es llegar con un retraso de unos 15 minutos, dándole margen a los anfitriones por si fueran retrasados. Esta opinión es discutible, pero, en todo caso, nunca más tarde de un cuarto de hora. Sea consciente de que por su tardanza se puede enfriar o arruinar las delicias que ha preparado la anfitriona.
Cuando se organiza una comida o cena en casa se suele dar media hora de cortesía a los invitados. Así, mientras van llegando los primeros se ofrece un aperitivo, dando tiempo a los más rezagados para que se vayan incorporando. Pasada la media hora se pedirá a los invitados que pasen a la mesa. No haga esperar a todo el mundo por culpa de un amigo tardón.
Si la cita es en un restaurante, se esperará a los invitados en la barra o sentados en la mesa. Se podrá tomar una bebida, pero no comience ya a picar.
Si, por un imprevisto, uno va a llegar tarde a una cita o reunión, si el retraso supera los 15 minutos es inexcusable llamar por teléfono. Discúlpese, explique los motivos del retraso, indique cuando piensa que puede llegar y pida a los anfitriones que vayan empezando, que ya se incorporará usted más tarde. Cuando llegue, discúlpese nuevamente de los anfitriones y a continuación del resto de invitados.

Por último, si es usted el anfitrión y uno de sus invitados se retrasa una eternidad, sin llamar para dar explicaciones, arruinándole la cena y la velada, originando un conflicto familiar... cuando aparezca por esa puerta, no empiece a bombardearlo a preguntas por su demora ni tampoco lo ponga en evidencia delante de los demás invitados, simplemente pregúntele si el café lo toma sólo o con un poco de leche; ya habrá tiempo para las explicaciones...

La empatía

La empatía es la capacidad de los seres humanos de sentir y compartir los sentimientos y vivencias de otra persona. Es una habilidad para comprender los sentimientos, las necesidades y problemas de los demás. es ponerse en su lugar y saber responder a sus emociones.

Esa habilidad de poder averiguar los sentimientos de la otra persona, entender esas emociones y sus reacciones es lo que distingue a las personas empáticas. No son magos ni adivinos ni tan sólo simpáticos. Son personas que realmente pueden comprender al otro, ponerse en su lugar.

Si no se entienden las emociones que la otra persona muestra hasta identificar el origen del mismo, no seremos capaces de cerrar el círculo empático. La simpatía es un proceso puramente emocional. La empatía involucra las emociones propias; sentimos lo que sienten los demás porque compartimos los mismos sentimientos la razonamos con nuestra propia razón. Incluye perspectivas, pensamientos, deseos o creencias que importamos de quien está sentado ante nosotros.

Una persona que es demasiado empática vive expuesta a una posible saturación de información emocional, dolorosa, puede que intolerable, que los demás simplemente no perciben. Son personas que deben enfrentarse a un gran stress.

Por lo general, prestamos más atención a nuestras propias emociones que a las de los demás, estamos pensando en lo que vamos a decir o intentamos buscar entre nuestras propias experiencias alguna similar a la que nos están contando. Aprender a escuchar significa aprender a enfocar nuestra atención en lo que el otro nos dice, nos cuenta. Tratar de ponerse en su lugar sin buscar en nuestras experiencias. Debemos conectar con el otro no sólo en el lenguaje sino con nuestros gesto, posturas, tono de voz.

Los grandes comunicadores tienen tres características: Claridad en el mensaje que reciben, capacidad para dar la respuesta adecuada en cada situación y agudeza sensorial para advertir las emociones de su interlocutor.