sábado, 18 de mayo de 2013

La crisis según Albert Einstein

No pretendamos que las cosas cambien, si siempre hacemos lo mismo.
La crisis, es la mejor bendición que puede sucederle a personas y países,
porque la crisis trae progresos.
La creatividad nace de la angustia como el día nace de la noche oscura.
Es en la crisis que nace la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias.
Quien supera la crisis se supera a sí mismo sin quedar superado.
Quien atribuye a la crisis sus fracasos y penurias,
violenta su propio talento y respeta más a los problemas que a las soluciones.
La verdadera crisis, es la crisis de la incompetencia.
El inconveniente de las personas y los países es la pereza
para encontrar las salidas y soluciones.
Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina,
una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos.
Es en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno,
porque sin crisis todo viento es caricia. Hablar de crisis es promoverla,
y callar en la crisis es exaltar el conformismo.
En vez de esto, trabajemos duro.
Acabemos de una vez con la única crisis amenazadora,
que es la tragedia de no querer luchar por superarla.

Albert Einstein


Palabras y silencio

Hay algunas cosas demasiado bellas para poder describirlas con palabras.
Hace falta admirarlas con meditación y silencio para poder apreciarlas a plenitud.
Se necesitan pocas palabras para expresar lo esencial.
Los grandes discursos solo sirven para confundir y adoctrinar.
El silencio es a veces más revelador que un río de palabras.
Mira a una madre con su hijo cargado, el bebe sabrá obtener, todo lo que de ella quiere, sin necesidad de decir nada.
De hecho, las palabras deben de ser como una envoltura de los pensamientos.
No son necesarios discursos muy largos para expresar lo que siente el corazón.
Una mirada puede decir más que mil palabras.
Creo que la sabia naturaleza nos dio sólo una lengua y dos orejas para que oigamos más y hablemos menos.
Si lo que vas a decir no es mejor que quedarte callado, entonces para que decirlo.
Cuanto más grande y generoso es el corazón, menos son las palabras que se necesitan para expresarse.
Hace falta recordar estas sabias y filosóficas palabras:
Las palabras verdaderas (la verdad) no siempre son bonitas, pero las palabras bellas no siempre son verdad.
Es propio de las mentes grandes hacer entender muchas cosas con pocas palabras.
Los espíritus pequeños, por el contrario tienen el don de hablar mucho y no decir nada (¿de quién se recuerdan?)
El que sabe oír luego sabrá usar lo que oyó.
Para decir “te amo” solo hacen falta 2 palabras, todas las demás serán superfluas.
“Si” y “No” son las palabras más cortas y fáciles de decir, pero son las que acarrean las consecuencias más trascendentales.
Para que el ser humano aprenda a hablar solo hacen falta 2 años
Para que aprenda a callar… toda una vida
Ser comedido al hablar en vez de ser un defecto es prueba de gran sabiduría.
El que mucho habla en vez de esclarecer las cosas, las confunde.
El que mucho habla, mucho se puede equivocar.


La prisa, nuestra enemiga

El mundo acelerado en el que vivimos nos vuelve impacientes e irritables y nos impide gozar de las maravillas del mundo.
Tratamos de apresurar la madurez de nuestros niños.

A los cinco años, le decimos:
¿Por qué no te comportas como una persona mayor?
Queremos que se comporten como adultos, no porque sea mejor para ellos, sino porque es más cómodo para nosotros. Y nos privamos así de que nos ofrezcan su frescura, curiosidad, asombro y su alegría espontánea.

En cierta ocasión, un padre preguntó al rector de una universidad si el plan de estudios no podía simplificarse, a fin de permitirle a su hijo concluirlo “por medios más rápidos”.

Ciertamente -le respondió-, pero todo depende de lo que usted pretenda hacer de su hijo.

Un roble le toma cien años para crecer.

A una calabaza, le bastan dos meses.

La naturaleza suministra abundantes indicios de que nuestro ritmo apresurado no es natural.
Cuando uno abandona la ciudad y camina entre los árboles que crecen lentamente y las montañas silenciosas, uno absorbe un poco de la calma y tranquilidad de la naturaleza.

El sol se tomará siempre el tiempo que necesite para salir y para ponerse. No se le puede apresurar.

Sin embargo, en el mal uso de la paciencia corremos el riesgo de volvernos espectadores inactivos, en vez de hombres de acción, capaces de contribuir a que acontezca lo mejor. Paciencia no significa pasividad, es decir, esperar que todas las cosas se nos den hechas.
Es más bien el principio de comenzar anticipadamente y tomarse el tiempo que uno requiera para hacer las cosas.
Las mejores cosas de la vida no pueden apresurarse.

Harold Kohn