jueves, 25 de abril de 2013

Ten siempre confianza

A veces parece que todos los caminos se cierran,
que la noche es eterna,
que el invierno ha congelado los corazones,
que no existen más rosas,
que tu destino son las lágrimas,
que no hay sino soledad para ti,
que han desaparecido las estrellas,
que la sonrisa se apagó sobre la tierra,
que los días son cortos y lluviosos,
que las noches son interminables y sin luna,
que no hay espacio alguno para tus pies,
que no hay salida en la calle de tu vida,
que la indiferencia y la desilusión
aprisionan tu corazón …

Pero aun entonces puedes confiar
que tú eres un camino eterno y abierto,
que tú eres un día luminoso,
que en tu alma no hay estaciones,
sólo las hay en tu mente,
que hasta en el desierto
más árido y seco hay una flor,
que las lágrimas, como el agua,
dan vida y fecundidad,
que tú eres el mejor amigo de ti mismo,

que tu alma es un cielo
lleno de luz y de estrellas,
que dentro de ti el rostro de la vida sonríe,
que en ti está el sol radiante,
solo es noche si le das la espalda,
que el mundo es ancho y no ajeno,
sino tuyo porque tú eres el mundo,
que norte, sur, este y oeste
son puntos para tu elección,
que tú eres amor pleno.

Ten confianza porque aunque tu mente
te hable de puertas cerradas y de soledad,
ese es un engaño temporal y pasajero.

Tu estás destinado a ser luz
para muchos que necesitan
de tu luz y de tu amor.

No te quedes cerrado en tu rincón.

Darío Lostado

Te deseo

Te deseo primero que ames, y que amando, también seas amado. Y que, de no ser así, seas breve en olvidar y que después de olvidar, no guardes rencores. Deseo, pues, que no sea así, pero que si es, sepas ser sin desesperar. Te deseo también que tengas amigos, y que, incluso malos e inconsecuentes, sean valientes y fieles, y que por lo menos haya uno en quien puedas confiar sin dudar.

Y porque la vida es así, te deseo también que tengas enemigos. Ni muchos ni pocos, en la medida exacta, para que algunas veces, te cuestiones tus propias certezas. Y que entre ellos, haya por lo menos uno que sea justo, para que no te sientas demasiado seguro. Te deseo además, que seas útil, mas no insustituible. Y que en los momentos malos, cuando no quede mas nada, esa utilidad sea suficiente para mantenerte en pie. Igualmente, te deseo que seas tolerante: no con los que se equivocan poco, porque eso es fácil, sino con los que
se equivocan mucho e irremediablemente, y que haciendo buen uso de esa tolerancia, sirvas de ejemplo a otros.

Te deseo que siendo joven no madures demasiado de prisa, y que ya maduro, no insistas en rejuvenecer, y que siendo viejo no te dediques al desespero. Porque cada edad tiene su placer y su dolor y es necesario dejar que fluyan entre nosotros. Te deseo de paso que seas triste. No todo el año, sino apenas un día. Pero que en ese día descubras que la risa diaria es buena, que la risa habitual es sosa y la risa constante es malsana.

Te deseo que descubras, con urgencia máxima, por encima y a pesar de todo, que existen, y que te rodean seres oprimidos, tratados con injusticia y personas infelices.

Te deseo que acaricies un gato, alimentes a un pájaro y oigas a un jilguero erguir triunfante su canto matinal, porque de esta manera, te sentirás bien por nada. Deseo también que plantes una semilla, por mas minúscula que sea, y la acompañes en su crecimiento, para que descubras de cuántas vidas está hecho un árbol.

Te deseo, además, que tengas dinero, porque es necesario ser práctico. Y que por lo menos una vez por año pongas algo de ese dinero frente a ti y digas: “Esto es mío”, solo para que quede claro quién es el dueño de quien.

Te deseo también que ninguno de tus afectos muera, pero que si muere alguno, puedas llorar sin lamentarte y sufrir sin sentirte culpable.

Te deseo por fin que, siendo hombre, tengas una buena mujer, y que siendo mujer, tengas un buen hombre, mañana y al día siguiente, y que cuando estén exhaustos y sonrientes, hablen sobre el amor para recomenzar.

Si todas estas cosas llegaran a pasar, no tengo mas nada que desearte, sino que seas feliz.

Víctor Hugo