sus emociones, sus vínculos, sus hábitos, sus rasgos difíciles, su pasado, el
despliegue de sus talentos…, transita un aprendizaje a veces difícil de
ejercer: TENERSE PACIENCIA. Los antiguos lo simbolizaban con algo universal: el
PAN. Esa sola palabra ya de por sí tiene un significado: UNIÓN (como en
‘panamericano’,'panteísmo’…). La unión trabajosamente amasada de harina, agua
y sal (que representan el cuerpo, las emociones y la conciencia). Pero hace
falta algo más para que el pan sea pan: la levadura. Y no sólo eso: el proceso
de levado. Para que ese proceso se dé, la masa debe dejarse tranquila, envuelta
en tibieza. Y uno tiene una sola tarea por hacer: ESPERAR. Como decía el
Siddhartha de Herman Hesse: ‘Yo sólo sé tres cosas: meditar, esperar y ayunar’.
Qué difícil!…
Para lograr unidad interna (congruencia, integridad) debemos trabajar
largamente todo lo ‘crudo’ que hay en nosotros: hacernos cargo, observarlo día a
día… amasarlo! Pero una parte nuestra, simplista y superficial, quizás quiera
resultados YA! Para colmo, la mercantilización del mundo interno vende hoy
sistemas para iluminarse en un fin de semana, técnicas mágicas para ‘obtener paz
y armonía’, ‘guías espirituales’ autoproclamados, o incluso diplomas para ser
‘terapeutas’ en sólo unos pocos meses… (El Cielo nos proteja de tanta
confusión!…) Cual si tuviéramos un botón invisible que, si lo tocáramos,
‘sanaríamos’ de inmediato, sin tantas vueltas… Mas, quien no compra espejitos de colores, sabe que trabajar internamente es como estar embarazado de sí mismo. Y que es necio gritarle a un bebé que aún está en el vientre: ‘Ey! Ya basta de tanta gestación!! Por qué no
naces de una buena vez!!!!!’.
TENERSE PACIENCIA mientras nuestros cambios se van gestando invita a ejercer
una actitud amistosa consigo mismo, como la de dos personas que se acompañan
mutuamente en una sala de espera: AUTO-ACOMPAÑARSE, sin dejar de poner empeño
en el trabajo cotidiano, aunque su fruto no se haga de inmediato evidente, y nos
parezca que estamos estancados o, peor aún, retrocediendo. Esa espera es PARTE
DEL CAMINO (no una circunstancia que habría que saltear!). Y un buen día… la
masa crítica del esfuerzo realizado comienza a germinar en conductas nuevas: uno
se vuelve parturiento de sí mismo!… Aprendámoslo del bambú, en este texto de
autor desconocido:
‘Hay algo muy curioso que sucede
con el bambú japonés y que lo transforma
en no apto para impacientes:
siembras la semilla, la abonas,
y te ocupas de regarla constantemente.
Durante los primeros meses no sucede
nada apreciable. En realidad,
no pasa nada visible con la semilla
durante los primeros siete años,
a tal punto que un cultivador inexperto
estaría convencido de haber comprado
semillas infértiles. Sin embargo,
durante el séptimo año,
en un período de sólo seis semanas
la planta de bambú crece… ¡más de 30 metros!
¿Tardó sólo seis semanas en crecer?
No; la verdad es que se tomó
siete años y seis semanas en desarrollarse.
Durante los primeros siete años de aparente inactividad,
ese bambú estaba generando, silenciosamente,
un complejo sistema de raíces
que le permitirían sostener el crecimiento
que iba a tener después de siete años.’
Fuente: Sendero espiritual
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