sábado, 28 de febrero de 2015

Las flores

Un hombre trabajaba en una fábrica distante cincuenta minutos de ómnibus de su casa. En la siguiente parada subía una señora anciana que siempre se sentaba junto a la ventana. Ella abría la bolsa, sacaba un paquetito y se pasaba todo el viaje arrojando alguna cosa para afuera. La escena siempre se repetía y un día, curioso, le preguntó qué arrojaba por la ventana.

- Tiro semillas, respondió ella.

- ¿Semillas?, ¿De qué?

- De flores. Es que veo para afuera y la calle está tan vacía... me gustaría poder viajar viendo flores coloridas por todo el camino. ¡Imagine cuán bello sería!

- Pero las semillas caen sobre el asfalto, son aplastadas por las ruedas de los autos, devoradas por los pájaros... ¿Cree usted señora que las semillas germinarán a la vera de la calle?

- Así es hijo mío. Aunque muchas se pierdan, algunas acaban cayendo en la tierra y con el tiempo van a brotar.

- Aún así... demorarán en crecer... necesitan agua...

- ¡Ah! Yo hago mi parte. Siempre hay días de lluvia. Y si alguien arroja semillas, las flores nacerán...

Diciendo esto, se dio vuelta hacia la ventana. El hombre quedó pensando que la señora estaba senil.

Un tiempo después, en el mismo ómnibus, el hombre al mirar para afuera vió flores en la vereda del camino... muchas flores. El paisaje colorido, perfumado y lindo. Se acordó entonces de la señora. La buscó en vano. Le preguntó al chofer que conocía a todos los pasajeros del viaje.

- ¿La viejita de las semillas? Pues murió hace cerca de un mes.

El hombre se volvió a su asiento y continuó mirando el paisaje florido por la ventana.

- Quién diría... ¡las flores han brotado! Pero ¿de qué le valió su trabajo? ¡Murió y no pudo ver toda su belleza!

En ese instante oyó risas de criaturas. En el asiento de enfrente, una niña señalaba por la ventana entusiasmada.

- ¡¡¡Mira qué lindo!!! ¡Cuántas flores por la calle! ¿Cómo se llaman aquellas?

Entonces entendió lo que aquella señora había hecho: Aunque no estaba ahí para ver, hizo su parte... dejó su marca, la belleza por la contemplación y felicidad de las personas.

Al día siguiente, el hombre subió al ómnibus, se sentó junto a la ventana, sacó un paquetito de semillas del bolso... y así dio continuidad de la vida, sembrando con entusiasmo y alegría sus semillas.

El futuro depende de nuestras acciones presentes. Si sembramos buenas semillas, los frutos serán igualmente buenos.

¡Vayamos a sembrar nuestras semillas ahora!

Desconozco su autor


lunes, 23 de febrero de 2015

Ciento por uno

Iba yo por el camino de la aldea, cuando tu carroza apareció a lo lejos, magnífica y resplandeciente. Y al pasar junto a mi se detuvo. Entonces tú me miraste a los ojos y bajaste sonriendo. Sentí que me invadía la felicidad de la vida y pensé que las penurias de mis días malos habían terminado.

Más luego tú me tendiste tu diestra y me dijiste: "¿Puedes darme alguna cosa?" ¡Ah, que ocurrencia la de tu realeza, pedirle a un mendigo! Yo estaba confuso y no sabía que hacer, entonces saqué lentamente de mi saco un granito de trigo y te lo di.


Pero que tristeza la mía, cuando al caer la tarde y vaciar mi saco en la arena, encontré un granito de oro en la miseria del montón. Qué amargamente lloré el no haber tenido corazón, para darme todo.

R. Tagore


¡Apunta alto!

Un maestro quería enseñarles una lección especial a sus alumnos, y para ello les dio la oportunidad de escoger entre tres exámenes: uno de cincuenta preguntas, uno de cuarenta y uno de treinta.

A los que escogieron el de treinta les puso una "C", sin importar que hubieran contestado correctamente todas las preguntas.

A los que escogieron el de cuarenta les puso una "B", aun cuando más de la mitad de las respuestas estuviera mal. Y a los que escogieron el de cincuenta les puso una "A", aunque se hubieran equivocado en casi todas.

Como los estudiantes no entendían nada, el maestro les explicó: "Queridos alumnos: permítanme decirles que yo no estaba examinando su conocimiento sino su voluntad de apuntar a lo alto".

Nuestra meta como seres humanos debe ser siempre ¡apuntar a lo alto!, no solamente en nuestros proyectos de vida tales como profesión, estudios, negocios etc., sino también fijarnos la meta en aquello que tiene aún más valor.

Desconozco su autor

sábado, 21 de febrero de 2015

Sé valiente

Cada vez que veía fotos de hombres lanzándose desde un avión, el joven sentía la necesidad interior de estar entre ellos. Quería ser paracaidista.

-¿Por qué ellos sí y yo no? -se decía.

Lo primero que hizo fue conseguir un instructivo sobre diversos tipos de paracaídas. Después inició y concluyó un estudio comparativo de aviones modernos. Como se dio cuenta de que ignoraba muchas cosas, decidió estudiar también un Master en caída de cuerpos, atracción de masas y fricción. Concluyó su preparación con un año de estudios meteorológicos y movimientos de corrientes de aire.

Por fin, cuando se sintió preparado, eligió cuidadosamente el avión. Era un bimotor que aún seguía en uso y tenía buen aspecto.

Al despegar le dijo al piloto que se dirigiera al punto que, ya antes, le había señalado en el mapa con una regla y un compás. El momento se acercaba y al elevarse el avión, el joven sentía más y más el vértigo entusiasmante de volar.

Por fin, cuando se encontraban a la altura perfecta se levantó del asiento, abrió la escotilla y sintió el viento helado en la cara. Permaneció allí unos instantes llenando los pulmones con el puro azul del cielo...

Pero no saltó.

Cerró la escotilla y mandó aterrizar. Había olvidado que para saltar hace falta una cosa más. Ser un valiente.

Conozco a quienes pasan la vida preparándose para una tarea; buscan métodos novedosos y consejeros de todo tipo pero, llegado el momento, no la culminan.

El miedo es tu enemigo, el coloca alrededor tuyo una fría jaula de oro hecha con dudas, tristeza y resentimiento. No le tengas miedo a la vida porque desde que naces formas parte de ella. Siéntete orgulloso de tu libertad, nunca tengas miedo a hacer realidad tus sueños.

Sólo debes temer al miedo, si le permites que se adueñe de tu vida te condenarás a contemplar desde la lejanía "lo que podría haber sido y nunca fue".

Desconozco su autor


domingo, 15 de febrero de 2015

Las críticas son buenas semillas

Cuando tenemos una buena noción de quién y de cómo somos no necesitamos de elogios.

Las críticas siempre son escalones útiles para nuestro ascenso. Es necesario saber usarlas con discernimiento y sacarles el mejor provecho.

Nada sacamos del elogio, a no ser el incentivo para continuar haciendo lo que hacemos. Pero siempre de la misma manera. ¡Nada cambia! ¡Nada crece!

La crítica es todo lo contrario. Al principio nos choca, nos sacude, unas veces de rabia, otras de inseguridad y de miedo. Pone en nuestra boca el sabor amargo de la frustración y de la falta de auto-confianza. Pero eso ocurre cuando somos débiles.

A los fuertes no les impactan negativamente las críticas y las ven como desafíos para volverse mejores. Son poderosas palancas para llevarnos a "actuar de otra manera", para el cambio de ruta, para salir de la rutina y del tedio.

Quien solo se satisface con elogios nunca saldrá del lugar donde se colocó.

Quien confronta las críticas siempre estará en paz con su ego y, aún mejor, con su Alma, que desea la evolución, que aplaude la libertad de cambiar, de saltar de un polo para el otro.

Los elogios son buenas y confortables poltronas. Las críticas son terrenos pedregosos donde caminamos descalzos, pero que nos dan la oportunidad de batallar para alcanzar - un día - lo mejor de nosotros, pues nunca faltan hipócritas para aplaudir incluso lo peor que tengamos.

Observa la crítica con buenos ojos. Es la que puede hacerte salir de la zona de comodidad, levantarte, sacudirte y liberarte del moho del pasado.

Ponte cara a cara contigo mismo. Filtra las críticas y escoge aquellas que pueden - positivamente - ayudarte a reconstruirte.

No existe crítica constructiva. Por mala que nos parezca, cambiando la interpretación, ¡Toda crítica es reconstructiva!

"Confía más en una crítica que en una adulación: los aduladores viven de favores".
Silvia Schmidt

La carreta

Caminaba con mi padre cuando él se detuvo en una curva y después de un pequeño silencio me preguntó:

Además del cantar de los pájaros, ¿escuchas alguna cosa más? Agudicé mis oídos y algunos segundos después le respondí:

Estoy escuchando el ruido de una carreta.

Eso es -dijo mi padre-. Es una carreta vacía.

Pregunté a mi padre: ¿Cómo sabes que es una carreta vacía, si aún no la vemos?

Entonces mi padre respondió: Es muy fácil saber cuándo una carreta está vacía, por causa del ruido. Cuanto más vacía la carreta, mayor es el ruido que hace.

Me convertí en adulto y hasta hoy cuando veo a una persona hablando demasiado, interrumpiendo la conversación de todos, siendo inoportuna o violenta, presumiendo de lo que tiene, sintiéndose prepotente y haciendo de menos a la gente, tengo la impresión de oír la voz de mi padre diciendo:

"Cuanto más vacía la carreta, mayor es el ruido que hace"

La humildad consiste en callar nuestras virtudes y permitirle a los demás descubrirlas.

Y recuerden que existen personas tan pobres que lo único que tienen es dinero.

Y nadie está mas vacío que aquel que está lleno de sí mismo.

Desconozco su autor


jueves, 12 de febrero de 2015

El puerco espín

Durante la Era Glacial, muchos animales morían por causa del frío. Los Puercos Espin, percibiendo esta situación, acordaron vivir en grupo, así se daban abrigo y se protegían mutuamente.

Pero las espinas de cada uno herían a los vecinos más próximos, justamente a aquellos que le brindaban calor. Y por eso, se separaban unos de otros. Pero volvieron a sentir frío y tuvieron que tomar una decisión: o desaparecían de la faz de la tierra o aceptaban las espinas de sus vecinos.

Con sabiduría, decidieron volver y vivir juntos.

Aprendieron así a vivir con las pequeñas heridas que una relación muy cercana les podía ocasionar, porque lo que realmente era importante era el calor del otro y sobrevivieron.

Moraleja: La mejor relación no es aquella que une a personas perfectas (no existen), es aquella donde cada uno acepta los defectos del otro y consigue perdón por los suyos propios.

Desconozco su autor


miércoles, 11 de febrero de 2015

Yo le he dicho mil veces

Esta expresión, al parecer, envía un mensaje positivo, pues preocuparse por uno es bueno. Y también brinda la imagen de que a quien se le está diciendo no se preocupa por ella misma, y por eso la otra persona se lo ha repetido en infinidad de ocasiones. Nada más lejos de la verdad.

Quien la pronuncia generalmente es alguien no preocupado por sí mismo y en la responsabilidad familiar que tiene (la madre o el padre) considera que cumple su papel pidiéndole a sus hijos que se preocupen por sus vidas, cuando él no ha sabido hacerlo. Esto es una falta de respeto doble, a sí y a los hijos.

Y sucede que la conducta de las figuras significativas, como son los padres, los maestros, los dirigentes o jefes, tiende a servir de modelo imitable. Si no se preocupa por usted es risible pedirle preocupación a su descendencia cuando ese no es el mensaje que le transmite su proceder cotidiano.

Pero hay más, ese llamado de atención encierra el famoso mensaje de "Haz lo que yo digo y no lo que yo hago", que es inmoral, pues exigimos para los demás lo que no consideramos para nosotros. Y cuando son los hijos quienes escuchan esto, conocedores de sus padres, el efecto es muy desagradable pues quieren hacerles creer algo negado por su propia experiencia.

No le pida a sus hijos que se preocupen por ellos. Preocúpese por usted. Tenga en cuenta que es la persona más importante de su familia, porque si usted no funciona bien, ello será una preocupación para sus seres queridos, pues no podrán funcionar como cuando todo se desarrolla normalmente.

Preocúpese de su salud física y mental, para que ellos lo imiten. Preocúpese de sí mismo y podrá llamarles la atención en el momento en que descuiden este aspecto y lo más significativo, tendrá toda la autoridad moral para hacerlo.

Si no lo hace de forma sana, sus seres queridos tendrán muy pocas posibilidades de ocuparse de ellos porque la mayor parte del tiempo lo tendrán que dedicar a los problemas de usted.

Evite, pues, reclamar atención sin necesidad, mecanismo utilizado con mucha frecuencia por personas con una ilimitada necesidad de afecto.

Ellas les piden a sus seres queridos que se preocupen por sí mismos y cuando éstos se disponen a hacerlo, le surgen al aconsejante problemas, como una descomposición estomacal repentina, una migraña insoportable, un incremento de la presión arterial no comprobada, o muy cercana a las cifras habituales, un malestar impreciso, en fin, cualquier queja que evitará a los demás realizar sus planes. En fin, les piden que se preocupen por sus vidas, pero en realidad no los dejan hacerlo.

©Sergio Andrés Pérez Barrero


lunes, 9 de febrero de 2015

Perfeccionismo

Una de las virtudes-defecto que mayor miedo me producen es el perfeccionismo.

Es una virtud porque, evidentemente, lo es el tender a hacer las cosas perfectas y es un defecto porque no suele contar con la realidad de que lo perfecto no existe en este mundo, que los fracasos son parte de toda vida, que todo el que se mueve se equivoca alguna vez.

He conocido en mi vida muchos perfeccionistas. Son, desde luego, gente estupenda. Creen en el trabajo bien hecho, se entregan apasionadamente a hacer bien las cosas, e incluso llegan a hacer magníficamente la mayor parte de las tareas que emprenden.

Pero son también gente un poco neurótica. Viven tensos. Se vuelven cruelmente exigentes con quienes no son como ellos. Y sufren espectacularmente cuando llega la realidad con la rebaja y ven que muchas de sus obras, a pesar de todo su interés se quedan a mitad de camino.

Por eso me parece que una de las primeras cosas que deberían enseñarnos de niños es a equivocarnos.

El error, el fallo, es parte de la condición humana, hagamos lo que hagamos, habrá siempre un coeficiente de error en nuestras obras.

No se puede ser sublime a todas horas. El genio más genial pone un borrón y hasta el buen Homero dormita de vez en cuando.

Así es como, según Maxwel Brand "todo niño debería crecer con la convicción de que no es una tragedia ni una catástrofe cometer un error". Por eso en las personas siempre me ha interesado más el saber cómo se reponen de los fallos que el número de fallos que cometen.

Ya que el arte más difícil no es el de no caerse nunca, sino el de saber levantarse y seguir el camino emprendido.

Temo por eso la educación perfeccionista. Los niños educados para arcángeles se pegan luego topetazos que les dejan hundidos para largo tiempo. Y no pequeño porcentaje de amargados de este mundo surge del clan de los educados para la perfección.

Los pedagogos dicen por eso que es preferible permitir a un niño que rompa alguna vez un plato y enseñarle luego a recoger los pedazos, porque "es mejor un plato roto que un niño roto".

Es cierto. No existen hombres que nunca hayan roto un plato. No ha nacido el genio que nunca fracase en algo.

Lo que si existe es gente que de sus errores sólo saca amargura y pesimismo.

Y sería estupendo educar a los jóvenes en la idea de que no hay una vida sin problemas, pero lo que hay en todo hombre es capacidad para superarlos. No vale realmente la pena llorar por un plato roto, se compra otro y ya está.

Lo grave es cuando por un afán de perfección imposible, se rompe un corazón. Porque de eso... no hay repuesto en los mercados..

Desconozco su autor