lunes, 23 de febrero de 2015

Ciento por uno

Iba yo por el camino de la aldea, cuando tu carroza apareció a lo lejos, magnífica y resplandeciente. Y al pasar junto a mi se detuvo. Entonces tú me miraste a los ojos y bajaste sonriendo. Sentí que me invadía la felicidad de la vida y pensé que las penurias de mis días malos habían terminado.

Más luego tú me tendiste tu diestra y me dijiste: "¿Puedes darme alguna cosa?" ¡Ah, que ocurrencia la de tu realeza, pedirle a un mendigo! Yo estaba confuso y no sabía que hacer, entonces saqué lentamente de mi saco un granito de trigo y te lo di.


Pero que tristeza la mía, cuando al caer la tarde y vaciar mi saco en la arena, encontré un granito de oro en la miseria del montón. Qué amargamente lloré el no haber tenido corazón, para darme todo.

R. Tagore


No hay comentarios:

Publicar un comentario