miércoles, 29 de mayo de 2013

El éxito

El éxito está en la continuidad del esfuerzo
de quien aspira a más.
El camino hacia el éxito está siempre en construcción.
Es un proceso permanente y no una meta que se deba alcanzar.
El poder definitivo consiste, en ser capaz de crear
los resultados que uno más desea, generando al mismo tiempo
valores que interesen a otros.
El poder verdadero se comparte, no se impone.
Es la acción lo que da consistencia a todo éxito sobresaliente.
La acción, y sólo ella, produce resultados.
El conocimiento no es más que poder en potencia,
excepto cuando recae en manos de quien sabe
como conducirse a sí mismo, para actuar con eficacia.
Desarrollamos una comunicación interna,
constituida por las cosas que nos representamos,
decimos y sentimos en nuestro fuero interno.

Experimentamos la comunicación externa, con el mundo exterior.
Todas las comunicaciones ejercen algún tipo de efecto,
sobre nosotros mismos y sobre los demás.

La comunicación es poder y quienes han alcanzado el dominio
eficaz de aquélla están en condiciones de modificar
su propia experiencia del mundo y la experiencia
que el mundo saca de ellos.
El dominio que usted tenga, de la comunicación
hacia el mundo externo, determinará su grado de éxito
con los demás.
Pero, lo que es más importante, el grado de éxito
que usted perciba interiormente es el resultado directo
de cómo se comunica usted consigo mismo.
Lo que uno percibe no es el resultado de lo que le ocurre
en la vida, sino de la interpretación que da a lo que le ocurre.
La calidad de vida no está determinada por lo que nos ocurre,
sino por lo que hacemos ante lo que nos ocurre.
Usted es la única persona que puede decidir cómo quiere sentir
y actuar, en función de cómo haya elegido percibir su existencia.
Nada tiene sentido, excepto el que nosotros mismos le demos.
Uno no «cae» en una depresión sino que la crea,
lo mismo que cualquier otro «resultado» de la vida.
El que se siente deprimido está contemplando su vida
de una manera particular, y se dice ciertas cosas a sí mismo
con una cierta entonación precisa, y adopta una postura
específica y un ritmo de respiración típico.

Cuando uno quiere sentirse deprimido, suele ser útil
dejar caer los hombros y mirar con frecuencia al suelo;
hablar con un tono de voz tristón e imaginar que le ocurren
a uno las peores situaciones también contribuye mucho.
Se necesita un esfuerzo para crear una depresión.
Sin embargo, algunas personas han creado ese estado
tan a menudo que les resulta sumamente fácil producirlo
y adoptar dicho estilo de comunicación como su modo
de vida natural y acaban por encontrarlo cómodo
al identificarse con ese estado.
El proceso de modelado es el camino de la excelencia.
Significa que si veo que alguien en el mundo consigue
un resultado que yo deseo, yo también puedo producir lo mismo
si estoy dispuesto a pagar el precio correspondiente
en tiempo y esfuerzo.
Si lo que quiere obtener es el éxito, debe encontrar la manera
de modelar su conducta sobre la de los triunfadores conocidos,
averiguar lo que hicieron, cómo utilizaron su cerebro
y su cuerpo para alcanzar los resultados que uno desea;
lo que hace falta son modelos de excelencia.
Para modelar la excelencia es preciso convertirse
en un detective, un investigador, en alguien que plantea
preguntas interminables y que persigue todas las claves
de aquello que produce la excelencia.
Nuestra conducta es el resultado del estado en que nos encontramos.
Siempre procuramos hacer lo mejor con los recursos
de que disponemos, pero a veces somos nosotros mismos
los que nos hallamos carentes de recursos.

El tipo de comportamiento que las personas producen es consecuencia
del estado en que se hallan; lo que hagan concretamente
partiendo de dicho estado depende de sus modelos del mundo.
La mayoría de las personas hacen muy poco para dirigir
conscientemente sus estados.

Se levantan deprimidos o con buen pie; una buena mañana
los anima, o una mala los hunde.
Lo que distingue a la gente es la eficacia
con que invocan sus recursos.

El estado de uno contiene un poder impresionante
y uno puede controlarlo.
No es forzoso vivir entregado al azar de los acontecimientos.

Anthony Robbins


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