viernes, 17 de mayo de 2013

Motivos para festejar

Apurados por las infinitas obligaciones que enfrentamos a diario, los festejos sociales son cada vez menos frecuentes.

Volvamos a abrir nuestros corazones y nuestros hogares para recibir a la familia y a los amigos.
Sería bueno preguntarnos qué nos gusta celebrar o, en todo caso, qué cosas celebramos en nuestra vida,
porque creo que estamos en un momento en el que las celebraciones se han transformado en situaciones corrientes,
mientras que cada vez nos juntamos menos a celebrar esos momentos especiales.

Me impresiona esta creciente dificultad que tenemos para festejar.

Lo que sí es notorio es que cada vez es más frecuente ver los restaurantes llenos de gente que se junta a conversar,
porque parecería que en casa nadie quiere hacerlo.

Las casas están impecables, casi desinfectadas, pero actualmente son visitadas por poca gente.

Esto es paradójico, porque al mismo tiempo las tenemos así de ordenadas para que, si alguien llegara a venir, las encuentre acogedoras,
y sin embargo no sabemos ni siquiera quiénes pueden llegar a ser esos visitantes.

Las casas deberían seguir siendo un lugar de encuentro y, aun desde la informalidad y la imperfección,
deberíamos poder encontrarnos con nuestros afectos.

Cuando yo era pequeña se celebraban tantas cosas…
Los cumpleaños, siempre, los santos, y había fiestas –y no feriados–
en los que nos juntábamos en familia simplemente para eso: estar juntos.

Es que los ritos siempre serán importantes, porque son el comienzo y el fin de algo.
Ayudan a cerrar etapas y a comenzar otras, y con eso vamos teniendo conciencia del paso del tiempo y de los afectos
que hemos sabido sostener a lo largo de nuestras vidas.

Hoy, cada vez con más frecuencia, escucho gente que no quiere celebrar sus cumpleaños,
o más mamás que se quejan de que a los cumpleaños los niños llegan sin regalo,
y es mucho más frecuente saludar por e-mail a alguien que llamarlo o ir a visitarlo, y mucho menos a su casa.

Deberíamos preguntarnos qué nos pasa con las celebraciones:
a usted, que lee esta columna, ¿le gusta celebrar?,
¿qué le pasa con su cumpleaños o con otros ritos?,
¿le gusta compartir con los viejos, con la familia y amigos,
o prefiere pasar por alto y continuar la rutina como si nada?

Los rituales y los festejos son una pausa, un detenerse a mirar la vida (nuestras vidas),
y por eso nos regalan la oportunidad de poner un freno y evaluar las cosas:
para intentar que el nuevo ciclo sea mejor que el anterior.

A partir de eso es que podemos asegurar que los ritos son sanadores y generan la posibilidad de encontrarse.

Por todos es sabido que siempre decimos que sólo vemos a algunos familiares en los funerales y en los casamientos y,
aunque suene divertido, creo que no debería ser así.
Sin embargo tengo que reconocer que, aun cuando se trata de esas situaciones, los encuentros también son importantes,
ya que hacen que nos coloquemos en frente de aquellos que, para bien o para mal, forman parte de nuestra historia.

Los invito a celebrar y, por sobre todo, a construir una vida que nos haga sentirnos orgullosos de lo que hacemos,
para que cuando lleguen los aniversarios podamos festejarlos desde la gratitud y la satisfacción y no desde la culpa o la insatisfacción.

No hay mayor placer para celebrar que sentir la gratificación del deber cumplido y desde ahí juntarnos con los que amamos.

Así que los invito a festejar todo, ¡y ojalá que con todos los afectos!
Seguro nos hará muy bien..

Pilar Sordo



Siempre es gratificante festejar, no sólo el cumpleaños, bautismo ó casamiento.
Es maravilloso festejar un futuro viaje,
los años de amistad con algún amigo del alma,
una mudanza a la casa soñada…
O simplemente festejar que todo está bien en la familia,
con los amigos… y con uno mismo!!!
Atesorar festejos, días de sol y noches de estrellas y luna
para recordarlas en días no tan felices, sin soles ni lunas
es actitud de un corazón sabio…
Caia Cantarelli

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